miércoles, 25 de febrero de 2009

Hogar herido



Triste es luchar en una misma casa,
romper la mesa donde el pan se come,
vivir entre paredes, enfrentados
tercamente en un mismo territorio.

Y más triste es ser ciego,
sordo al llanto de una madre,
tener un tacto de áspera corteza
para su corazón en carne viva.

Hay que tener los pulsos amarillos,
la sangre sin vertientes, seca el alma,
para dejar oscuros nuestros pechos
sin esa luz urgente que España necesita.

Ni un paso más, hermano:
que no pueda "el ayer" o sus cenizas
sus odios oponer a nuestro encuentro.
porque ni tú ni yo apagamos la lumbre,
ni robamos el pan,
ni dejamos sin techo y sin puertas nuestra Patria.